Tras meses de pleitear con la aseguradora por una humedad proveniente del baño, hemos comenzado las obras. No sé todavía si me pagarán, ni cuanto, ni cuando; pero ante el riesgo de que la filtración pudra medio techo, hemos incorporado al sector de la construcción en nuestro día a día. Ahí estamos, contribuyendo a que el sector no se hunda.
Cansada de bregar con todo, me preparaba psicológicamente para vivir durante unas semanas bajo una capa de polvo. He envuelto en plásticos media casa. Pero mi albañil es un ser generoso. En lugar de abrir la puerta y dejar que la casa se enharinara, la cerró a cal y canto, puso el extractor y estuvo horas dando porrazos a las paredes y al suelo, derribando hasta el último azulejo.
Cuando abrí la puerta, una niebla blanca y espesa ocultaba el baño. Al cabo de unos segundos, apareció mi albañil, cual 'Copito de nieve', aquel ser albino que reinaba en su jaula. Allí plantado, empolvado como un rosco de anís, con las pestañas blancas, me enterneció. "Pero, hombre, que se va a asfixiar". "No importa, estoy acostumbrado, que yo sé que este polvo cuesta mucho de quitar y se mete por todos lados".
Me sentí enormemente afortunada por encontrar a alguien que hace lo mejor para los demás, no lo mejor para sí mismo.
(Hoy me he montado el despacho en la biblioteca pública, porque una cosa es convivir con el polvo y otra con un percutor durante todo el día).
En esta entrevista no hay humanos (podcast #45)
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Hace 1 mes
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