La culpa de nuestra infelicidad la tiene Descartes, que se emperró en convencernos de que sólo somos seres racionales. Su influencia nos limitó a sujetos pensantes, relegando la emoción y la imaginación a categorías secundarias. Con ello nos separó del mundo y eso nos ha separado de una parte de nuestro ser esencial. Porque Descartes estaba totalmente equivocado. Como asegura el neurobiólogo Antonio Damásio, "tomamos decisiones basándonos en emociones. Y sin emociones no podríamos comunicarnos".
Antes de Descartes alma y mente no estaban separados. "Éramos seres daimónicos", dice Patrick Harpur, escritor e historiador. "Los daimon, para los filósofos herméticos, eran seres que iban y venían de este mundo al otro mundo, seres a la vez materiales y espirituales, a la vez benéficos y maléficos". Seres imaginativos. La imaginación es "la capa más honda de la psique, esa capa psíquica en la que todos participamos y de la que brotan todos los mitos, todos los arquetipos... De la que todo procede: ¡la imaginación es la realidad, más real que lo que nuestro ego racional suele llamar realidad!". Matemos a Descartes ya.
En esta entrevista no hay humanos (podcast #45)
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Hace 1 mes
2 comentarios:
Yo me apunto al asesinato, si puedo ayudar en algo ya saben :)
La imaginación es mi realidad preferida.
Gracias Kahlo. Sin duda, precisaré de tu ayuda y de mucha más para matarlo. Está en todas partes. Creo que con tu blog ya lo estás hiriendo de muerte...
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