Como la última vez que escribí, hoy vuelve a llover. Pero esta vez es distinto. Es una lluvia suave y constante, un chirimiri que va calando hasta los huesos con una persistencia casi invisible. Nada que ver con el torrente de hace casi un mes: ese agua pasional que llega con fuerza y se lo lleva todo por delante. Dura poco pero deja tras de sí un paisaje trastocado. Los restos de su paso llegan por las rieras hasta el mar.
Aquella era una lluvia de amor joven y la de hoy es de amor maduro. No disparata las neuronas, pero crece cada día un poco más, nutriendo el alma y la existencia. Suave, casi invisible.
Del Amazonas a la realidad virtual (podcast #32)
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Hace 1 mes