Tengo una amiga que se ha adentrado en el budismo en busca de equilibrio y respuestas. Está más serena aunque sigue buscando la salida a sus conflictos interiores que, a veces, la desbordan. Nota que ha aprendido mucho y está creciendo intímamente. Yo me alegro profundamente.
Pero lo espiritual es distinto para cada uno o tiene matices. Me sorprende ver, por ejemplo, que no recicla porque le da pereza.
Puede que tenga poco que ver el tocino con la velocidad pero yo creo que lo sagrado se manifiesta en lo mundano. Para mí no hay nada más sagrado que la relación con nuestro entorno, en cómo vivimos y respetamos a cada árbol, a cada bicho viviente. Una muestra cotidiana de ese respeto es el gesto de separar el plástico, el cartón, el vidrio, los aceites cocinados y la materia orgánica. Es una pequeño acción para no contaminar más a nuestro planeta.
Mi casa es mi santuario. Y mi casa es el mundo.